Hoy fue la fiestecita de ultimo día de clases de mi hijo y mientras fuimos a almorzar juntos para celebrar el fin del año escolar no pude dejar de pensar en lo surreal que es este momento para mí. Mi hijo comenzó en la escuela hace 5 años, en mi país natal. Recuerdo que lo apunte en un Colegio privado que supuestamente preparado para niños de educación especial con muchas ilusiones y para comenzar pues lo puse en un campamento de verano, demás está decir que fue un soberano desastre, cuando llame y me dijeron que estaba durmiendo la siesta, sabia que era una de dos cosas o se equivocaron de niño o algo malo pasaba. Por mala suerte, era la segunda sospechando algo raro, llegue sin avisar y me percate que lo encerraban solo en un salón. Así que lo saque de allí y lo inscribí en el sistema público del país, mi experiencia fue tan y tan mala que después recurrí al homeschooling (enseñanza en casa) y desistí de la idea de la escuela para mi hijo. Por cosas de la vida, me surgió la oportunidad de mudarme a USA y me tire la maroma.
No fue fácil al principio pues en lo que traducían el PEI (programa educativo individualizado) y las hojas de los servicios e informes de progreso de sus terapistas, pues resulto un poco difícil a las agencias acá, comprender las necesidades de mi hijo. Después de asesorarme con una agencia de consejería para personas con impedimentos (“advocates”), comenzó el proceso para desarrollar un nuevo programa educativo individualizado para mi hijo.
Después de 6 meses de evaluaciones, reuniones, discusiones desarrollamos un nuevo programa entre la agencia de consejeros, el staff de la escuela y nosotros. Mi hijo tenía problemas de comportamiento, un retraso en el lenguaje de moderado a severo y debido a las malas experiencias anteriores odiaba la escuela. Ya tenía 8 años, y había que hacer algo al respecto. Pues la universidad de Michigan (WMU) lo convirtió en un proyecto de estudiantes de doctorado en comportamiento humano. Utilizaron una mezcla el conocido método de Análisis de comportamiento aplicado (ABA) con el método llamado Comportamiento Verbal (verbal behaviour). Estuvo en tratamiento intensivo por 2 meses y luego regreso a su salón recurso para niños con autismo donde se siguieron estos principios por todo un semestre escolar. Ese semestre por primera vez, escuchamos la palabra inclusión. Mi hijo tomo estudios sociales (¡su clase favorita por los mapas!) con estudiantes de corriente regular de su edad (segundo grado), por todo ese semestre.
Al comenzar este año escolar (2008-20090 mi hijo comenzó el tercer grado en su salón recurso pero poco a poco se le fue incluyendo el almuerzo y el recreo con sus compañeros de corriente regular, arte, música, educación física, ciencia y matemáticas. Ha habido retos y días difíciles y también pasamos por primera vez un episodio de “bullying”. Todavia estamos dando pequeños pasos y hay muchas áreas donde hay que trabajar. Pero los progresos que ha habido en tan poco tiempo son increíbles. Yo nunca me hubiese imaginado que el niño que le mordía los tobillos a la maestra de Kínder y se quitaba los zapatos en el salón, el que tiraba todo al piso porque no quería trabajar y a duras penas podía expresarse con palabras de dos silabas, sea capaz de tolerar 50 minutos de clase y tomar nota. Que con todos sus issues sensoriales almuerce con 80 niños en una cafetería. Su retraso en el habla hoy día es leve. Que sea capaz de contar un chiste (los knock-knock jokes son sus favoritos).
Cada día me sorprende más y ahora comenzamos otra etapa en nuestras vidas, este próximo año escolar comenzamos en una nueva escuela (están reacomodando todo el distrito escolar) y enfrentaremos nuevos retos, nos acostumbraremos a maestros y profesionales nuevos, nos llevaremos los buenos recuerdos y pasaremos la pagina. Tomados de la mano de Papito Dios y con mucha Fe se que sobreviviremos otra etapa más….
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